Tierra quemada
Vicente Pastor (Barcellina, 1956), a pesar de la amplitud de registros que cultiva desde hace décadas y de sus incursiones continuadas en el ámbito de la instalación, la acción, la imagen e incluso en los más variados soportes electrónicos, es ante todo pintor. Así, su trabajo plástico no se detiene en los límites del tradicional soporte del lienzo o la tabla, llevando su pintura a todo tipo de asiento y durabilidad, incluido el ámbito más inverosímil y cambiante.
Su discurso, que partió en origen de un informalismo característico, evolucionó hasta incluir en sus piezas de forma habitual todo tipo de técnicas y hasta elementos provenientes de los medios natural e industrial, que recorre incansablemente en busca de inspiración y materiales.
La obra que genera es, con frecuencia, una superposición de componentes, un collage de infinidad de capas y estratos, fases donde da voz a la propia naturaleza, que actúa y completa el cuadro a través de la intervención pautada y programada de todos sus elementos (fuego, agua, aire y tierra). No faltan tampoco la expresiva inmediatez y la frescura en su trabajo, impregnado de una vivacidad y fisicidad definitorias. Las referencias paisajísticas de sus comienzos dieron paso progresivamente a formas germinales y hasta orgánicas aderezadas por una composición en que cohabitan elementos geométricos y hasta tiene cabida cierto lirismo, acompañado de un sentido del color propio, definido por una vívida gama identitaria.
El artista valdesano vuelve a escribir una página más de su intenso y extenso relato, el mismo que construye con inquebrantable coherencia desde hace ya cuarenta años.
La obra, rica en texturas y dotada de la misma energía y expresividad que conserva su producción de los remotos años ochenta, se despliega en el hermoso espacio expositivo de Amador Fernández del centro de Gijón. Uno de los rasgos más sorprendentes de su trabajo es su capacidad para amoldarse a los más diversos entornos y ecosistemas, ya sean urbanos o naturales, de donde proviene casi todo lo que emplea ahora.
Tal y como sucediese al mismo tiempo en el caso de otros artistas coetáneos en lo geográfico y en lo cronológico, como Paco Fernández (San Juan de la Arena, 1950), compone su obra con materiales reaprovechados, dotados de una memoria propia que enriquece cada pieza. Esta vez, Pastor edifica su disertación plástica a partir de elementos de desecho provenientes de un monte quemado, a caballo entre los concejos de Valdés y Tineo. De ese nuevo solar, destinado a albergar una vez más un parque eólico, extrae tierra para reconvertirla en pigmento.
Esta treintena de obras de "variables" formatos son una suerte de instalación toda, dotada de una extraordinaria calidez, a pesar del soporte, y dispuesta por quien maneja y controla magistralmente la escena. El color predominante es el propio de las tintas serigráficas, con una clara pervivencia de la negra tierra incinerada, que le aporta infinitos matices.
La impactante muestra de Vicente Pastor en Cornión es una prueba más de su gran capacidad para aprehender de la naturaleza misma, que explora incesantemente y a partir de la cual levanta una colosal serie de pinturas que nos presenta como si de los restos mismos de un naufragio se tratase.
Juan Carlos Aparicio Vega
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